Yo antes escribía, ¿sabéis?
Escribía sobre amor, bueno, más bien sobre desamor o lo que yo creía que significaba.
Aunque también escribía sobre otras cosas. A veces, me imaginaba historias
paralelas, de personas desconocidas y escribía. O simplemente escribía una
frase y ya, me quedaba tranquila pensando en mi futuro como escritora notable.
Pero esto de escribir es difícil.
Hay veces en las que tu inspiración se coge unas -larguísimas- vacaciones y tú
no puedes ni rechistar.
Hace años que mi magia me dejó, y digo magia, porque para mí, las
palabras son magia.
Porque no hay nada más mágico que
algo bien contado. Como una historia bien escrita.
Pero, ¡No solo una historia! Un
pensamiento, una opinión, un sentimiento puede llegar a ser magia.
¿Acaso no es magia
el poder transmitir alguna emoción con una frase? , es decir, qué puede haber
más mágico que una emoción provocada por un ser inerte y carente de vida como
un libro. ¿Me explico correctamente?
Considero - humildemente - que mi magia se fue porque se cansó de mí, de mis
penas, de mis problemas - efímeros- , y de mis pensamientos adolescentes
carentes de lógica alguna. Pero, aunque la magia no ha llegado a mis dedos
hasta hoy (curiosamente), yo nunca dejé de escribir, nunca dejé de imaginar.
En mi cabeza siempre escribo, además, escribo todo tipo de cosas, en
prosa o verso, me da igual.
Escribo hasta que me quedo dormida, y antes de
dormirme pienso muy fuerte para mis adentros: " Paula, todo lo que has
escrito en las paredes de tu interior mañana lo materializas; esto es bueno, y
no lo puedes perder". Por desgracia, lo pierdo; me duermo y ya. Lo olvido.
Pero todos sabemos que lo que hay escrito en las paredes de un corazón
realmente nunca se olvida.
En fin, lo que iba diciendo, que después
de años de soledad, mi magia, mi inspiración, mi yo interior; ha decidido
visitarme - oportunamente - una calurosa madrugada de verano.
Una madrugada en la que posiblemente mis reflejos periodísticos estén
totalmente mermados por el sueño y el calor abrumador.
Y por si fuera poco, después de tres años, escribiendo en mi cabeza, escribo
por fin en algo físico.
No habría ningún problema si no fuera por que en mi cabeza queda todo
considerablemente más poético, más hermoso y más para best-seller de lo que en
realidad es.
No obstante, no me quejo.
Si después de estos años, escribo esta noche - entre sudores y bostezos- y no
me sale cómo yo imaginaba (¡Pobre de mí, exigiéndome una novela digna de
grandes escritores a las tres de la madrugada!), no voy a dormir entre
sollozos, ni dejar de escribir, ni abandonar otra vez a mi magia; porque la verdadera
cuestión de estas líneas y la finalidad de este escupitajo de palabras, es hacer
ver que la magia no la buscas y tampoco la encuentras.
La magia te busca, te encuentra, te pega
una patada en el culo, te saca de la cama a las dos de la madrugada y te hace
escribir lo primero que a tú escasamente lúcida mente de universitaria se le ocurre.
Por esta razón, el titulo de “esto” iba a ser <La magia de las palabras>, sin
embargo; tras escribir el texto
completo, he pulsado la tecla de borrar con auto-exigencia. Seguidamente he puesto mi cara más
inteligente, la cara más pensativa posible y he sacado otro título mejor –en mi opinión- .